La técnica de impresión transfer apareció alrededor del año 1750 en Inglaterra y se extendió al resto de Europa donde continuó desarrollándose. En su origen, fue ideada para decorar piezas de cerámica.
En aquel momento, el proceso de impresión transfer incluía una pieza de cobre que contenía el grabado de algún motivo decorativo, al cual, se le aplicaba la tinta y se colocaba encima de la superficie que deseaba marcarse. Este proceso no debía resultar nada fácil, pero lo cierto es que resultaba mucho más rápido que pintar a mano el motivo y el acabado resultaba similar.
La impresión transfer mediante aplicación de calor que se utiliza hoy en día, no se inventó hasta muchas años después, hacia 1940, cuando la estadounidense “SATO” presentaba su desarrollo.